Donald Trump,desprecia la historia. Pero, ¿por qué no le importa el pasado y el futuro al presidente
- Nicolas Ruiz
- 19 sept 2017
- 2 Min. de lectura
El 17 de agosto, después de los terribles hechos de Charlottesville, en el que supremacistas blancos, neonazis y protestantes anti racistas se enfrentaron, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump expresó en Twitter un comentario bastante contradictorio con su historia como presidente:
“ Es triste ver la historia y la cultura de nuestro gran país siendo destrozadas con la eliminación de nuestras hermosas estatuas y monumentos. Tú…..
no puedes cambiar la historia, pero puedes aprender de ella. Robert E Lee, Stonewall Jackson, ¿quién es el siguiente? Washington, Jefferson, ¡qué estupidez! ¡Además
… la belleza que se están llevando de nuestras ciudades y parques, será extrañada y nunca será reemplazable!”
Todo esto lo tuiteó porque se quitaron las estatuas de personajes que históricamente lucharon en pro de la esclavitud y en contra de la libertad y la igualdad en Estados Unidos.
Con estos tuits pareciera que Trump tiene un genuino interés por la historia, pero no sólo los argumentos para conservar esas estatuas son pobres, el presidente ha mostrado un total desconocimiento de la historia de su país. Desde que tomó su cargo como presidente, Trump no ha parado de ridiculizarse con sus pobres referencias históricas; tanto en Estados Unidos como en sus giras internacionales.
Pero el desconocimiento de la historia de Trump no es aquí el problema. Más bien, lo que es intrigante es el absoluto desprecio que tiene por una rama del conocimiento que parece ser prioritaria en el accionar político.
El desprecio de Donald Trump por la historia pasada puede llegar, incluso, a ser peligroso. Porque sus comparaciones burdas también sugieren una motivación para sus políticas más extremas y una excusa para sus relaciones más oscuras.
El punto es que la historia, en efecto, importa. En una nación tan marcada por los traumas de un pasado siempre presente parece, entonces, absolutamente sorprendente que un presidente se niegue a pensar en otro momento y otro contexto que no sea el que inmediatamente le concierne.
La vida de Trump, como su mandato, parecen girar solamente alrededor de un ego desmedido como combustible del deseo inmediato. Y eso no es simplemente peligroso para Estados Unidos, sino que resulta consecuente para el futuro de todos, en este frágil mundo.

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