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En San Francisco Xochiteopan ‘no queda nada’ después del terremoto

  • millennialnuevolar
  • 26 sept 2017
  • 2 Min. de lectura

SAN FRANCISCO XOCHITEOPAN, México — Saúl Nicolás Pérez estaba parado frente a su casa —o lo que quedó de ella— y evaluaba el daño causado por el terremoto. Grietas diagonales y profundas marcaron la fachada de adobe. Los muros eran escombros. Un colapso parecía inminente.

Él construyó la casa para su madre con el dinero de las remesas que enviaba a México, poco a poco, cuando vivió como inmigrante no autorizado durante tres años en Nueva Jersey; trabajó arduamente en cocinas de restaurantes y en un autolavado. Ahora esperaba un veredicto de parte de los ingenieros del gobierno: ¿podría ser reparada o era necesario demolerla?

Él se preparaba para lo peor.

“Uno trabaja años allá y en tres, cuatro segundos todo se acaba”, lamentó.

El epicentro del terrible sismo de la semana pasada en México, el cual ha causado la muerte de 333 personas en todo el país, fue a unos 16 kilómetros de su pobre comunidad rural, San Francisco Xochiteopan.

En este lugar de casas construidas con bloques de concreto y ladrillos de adobe, un habitante murió. Era un hombre de edad avanzada que fue aplastado en su hogar por un muro que colapsó.

El sismo dañó gravemente o destruyó muchos, sino la mayoría, de los hogares de la comunidad, y por cantidad, San Francisco Xochiteopan fue uno de los lugares del país donde el sismo dejó la mayor devastación.

El poblado, ubicado entre la sierra del sureste del estado de Puebla, hace recordar el patrón aleatorio de un bombardeo aéreo. Algunas casas con daños visibles mínimos se alternan con sitios devastados de concreto pulverizado, adobe hecho pedazos, así como objetos de la casa doblados o rotos.

Entre sus 1300 habitantes, la cifra de muertos (uno) probablemente hubiera sido más alta si el terremoto no hubiera ocurrido durante el día, cuando los niños están en la escuela y la mayoría de los adultos trabajan en los campos de maíz, frijol, amaranto y chía que rodean al pueblo como una corona de flores.

Para las familias del lugar, sus sencillos hogares eran toda la riqueza que tenían.

“Y ahora se quedaron sin nada”, dijo José Margarito Ramírez Medel, de 55 años, presidente municipal auxiliar de la comunidad.


 
 
 

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